Uno se queda francamente estupefacto ante When McKinsey Comes to Town, el reciente
libro de dos periodistas del New York Times, Walt Bogdanich y Michael Forsythe, sobre lo que ellos llaman « la consultora más influyente del mundo ». No cabe duda de que la empresa, fundada hace casi 100 años y con 38.000 empleados en 65 países, ha prestado un excelente asesoramiento a cientos de clientes. Un asesoramiento que ha dado sus frutos: McKinsey afirma que, por cada dólar que recibe, sus clientes han ahorrado diez en mejoras de eficiencia. Y como ha obtenido 15.000 millones de dólares de ingresos en 2021, hagan cuentas.
Algunas de sus asesorías han hecho algo más que optimizar la organización de una determinada empresa o ministerio. McKinsey ha iniciado, o amplificado, la reciente evolución del capitalismo
Fabricante de inequidades. En 1950, el director general de una gran empresa ganaba 20 veces más que uno de sus empleados. General Motors pidió a McKinsey que estudiara la remuneración de los jefes. ¡Sorpresa! La empresa comprobó que estaban muy mal pagados y repitió lo mismo a todos los jefes afectados. Desde entonces, la diferencia ha aumentado hasta 350 veces el salario medio. Al vincular la remuneración de los jefes al valor de las
acciones, McKinsey les ha animado a abandonar la estabilidad y la planificación a largo plazo para centrarse en el corto plazo. Además, McKinsey enseñó a las empresas que los despidos, justificados o no, provocaban generalmente un aumento del valor de las acciones y, por tanto, de su remuneración.
Aceleradores de la deslocalización. A partir de los años 80, McKinsey sugirió a un número creciente de empresas que trasladaran su producción a Asia, en particular a China Esta tendencia se habría producido sin McKinsey, pero fue uno de los promotores más persistentes.
Desincentivar la lealtad. Contratado por Walmart para reducir costes, McKinsey detectó el problema: los « asociados » que permanecen mucho tiempo en el minorista ganan más. Solución: reducir el número de empleados a tiempo completo y aumentar los de tiempo parcial para garantizar una mayor rotación y salarios más bajos.
Mantener la nicotina fluyendo. Una vez que las tabacaleras se vieron privadas de publicidad en los años 90, McKinsey les asesoró sobre el « enfoque embudo » para familiarizar a los jóvenes con una marca de tabaco, en particular a los afroamericanos, al mismo tiempo que asesoraba a la Food and Drug Administration sobre la mejor manera de combatir el tabaquismo
La aceleración de las ventas de opiáceos. En una de sus páginas más oscuras, McKinsey tuvo que pagar 640 millones de dólares en concepto de daños y perjuicios por ayudar a Purdue Pharmaceuticals a « turboalimentar » (término acuñado por McKinsey) sus ventas de opioides. Por ejemplo, cuando la cadena de farmacias Walgreens, preocupada por las sobredosis, se negó a vender más de un determinado número de pastillas a un cliente, McKinsey le sugirió que se pusiera en contacto con él para que comprara por internet. La epidemia de opioides fue, y sigue siendo, más trágica en las ciudades desvitalizadas, las mismas ciudades donde se han deslocalizado puestos de trabajo en el sector manufacturero, a menudo por sugerencia de McKinsey.
Engañar a los asegurados. ¿Por qué Allstate estaba dispuesta a pagar una multa diaria de 25.000 dólares durante meses en lugar de entregar una copia de las recomendaciones de McKinsey a un juez? Porque McKinsey aconsejó a Allstate que resolviera el 90% de sus reclamaciones de forma rápida y barata, pero que luchara sin tregua para no dar nada al 10% de los clientes que contrataban a un abogado. Como resultado, Allstate redujo sus gastos en siniestros un 20% y los salarios de sus jefes aumentaron un 1260%. McKinsey vendió su método a otras aseguradoras.
Preparar la crisis del 2008. McKinsey fue el mayor defensor de los nuevos instrumentos financieros cuyo aplastamiento provocó la crisis de 2008. La idea era convertir los préstamos en « valores » que el prestamista pudiera vender en los mercados. Entonces se podía contratar un seguro, en caso de que el título perdiera su valor, lo que según McKinsey y otros era extremadamente improbable. El hundimiento de este castillo de naipes sumió
al mundo en la recesión, empujando, según la ONU, a 200 millones de trabajadores a la pobreza.
Ayudar a la China a volverse dominante. Con su estrategia « Made in China 2025 », la China de Xi Jinping quiere dominar nuevas industrias y adelantarse a Estados Unidos y Europa. McKinsey ha elaborado al menos diez informes en apoyo de este esfuerzo, que la administración Biden considera « perjudicial ». El bufete ha asesorado a 26 de las cerca de 100 empresas consideradas estratégicas por el gobierno chino, que se ha vuelto tan
omnipresente que el Estado chino ha prohibido a su prensa seguir mencionando su presencia. McKinsey también participó en el desarrollo de las « ciudades inteligentes » de China, que rastrean a cada ciudadano. La tecnología se desplegó por primera vez para vigilar a la población uigur, víctima de un intento de genocidio cultural.
Ayudar a los saudíes a localizar a los disidentes. En 2018, McKinsey realizó un censo de opiniones críticas de influencers saudíes por encargo del Gobierno. La empresa identificó a un ciudadano de Montreal, Omar Abdulaziz. Sus familiares en Arabia Saudí fueron encarcelados y Abdulaziz tuvo que esconderse por miedo a ser secuestrado. Teme que la operación haya ayudado a descubrir a alguien con quien estaba en contacto en ese
momento: Jamal Khashoggi, asesinado poco después por esbirros del régimen.
Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, resume así la labor de McKinsey: la empresa « optimiza la codicia corporativa » al ser la diseñadora, y luego la super-diseminadora, de las peores prácticas del capitalismo actual.
(Traduction gracieuseté de Luz-Marina Cabrera-Suarez, de la Chaire de recherche de leadership en enseignement sur les pratiques pédagogiques innovantes en contexte numérique de l’Université Laval.)